Lengua

Aquí pondremos apuntes,explicaciones,definiciones.


LA NARRACION : Paguinas 86,87,90,91,104,105,108,109,122,123,124,126,127,144 y 145.


Los Pronombres Reflexivos son los siguientes (en negrita):
• en 1ª persona: me, nos
o Yo me lavo (a mí mismo)
o me caí
o Yo me compre un coche
o Yo me traje la computadora
o Nos pegamos
o Nosotros nos divertimos mucho
o Nosotras nos maquillamos
o Nosotros nos iremos de paseo
o Nosotras nos arrepentimos de lo que hicimos
• en 2ª persona: te, se, (os en España)
o Tú te lavas (a ti mismo)
o Tú te fuiste temprano
o Tú te enojaste por la comida
o Usted se ve hermosa
o Ustedes se quieren mucho (entre ustedes mismos)
o Ustedes se quedaron en el hotel
o Usted se ha distraído
o Vosotras os queréis mucho
• en 3ª p.: se
o Roberto se vistió (se vistió a sí mismo)
o Él se lava (a sí mismo)
o Él se fracturo el brazo
o Él se quiere ir de vacaciones
o Ella se quejó del servicio.
o Ellos se lavan (a sí mismos)
o Ellos y ellas se lavan con jabón verde
o Ellos se han marchado
o Ellas se fueron a tomar un café
Ejercicios con Pronombres:
Señala los Pronombres en cada una de las frases expuestas e identificar el tipo:
• He aprobado todo, no he suspendido ninguna
• ¿Cuánto necesitas?

• ¡Qué salvaje!

• Yo tengo dos y mi hermano tres

• La chica que me gusta es muy guapa

• Éste es el mejor
.
• Me gusta mucho

• Yo lo conseguiré

• Tengo un lápiz y Joaquín tiene dos
Los Pronombres Reflexivos son los siguientes (en negrita):
• en 1ª persona: me, nos
o Yo me lavo (a mí mismo)
o me caí
o Yo me compre un coche
o Yo me traje la computadora
o Nos pegamos
o Nosotros nos divertimos mucho
o Nosotras nos maquillamos
o Nosotros nos iremos de paseo
o Nosotras nos arrepentimos de lo que hicimos

en 2ª persona: te, ,os
o Tú te lavas (a ti mismo)
o Tú te fuiste temprano
o Tú te enojaste por la comida Vosotras os queréis mucho
o
o

o Usted se ve hermosa se de cortesía
o Ustedes se quieren mucho (entre ustedes mismos)
o Ustedes se quedaron en el hotel
o Usted se ha distraído

• en 3ª p.: se
o Roberto se vistió (se vistió a sí mismo)
o Él se lava (a sí mismo)
o Él se fracturo el brazo
o Él se quiere ir de vacaciones
o Ella se quejó del servicio.
o Ellos se lavan (a sí mismos)
o ellas se lavan con jabón
o Ellos se han marchado
• Ellas se fueron a tomar un café
AHORA ¡¡ A PRACTICAR ¡¡

• Me llamo luisa y estoy buscando mi sombrero. Mi papá dice que está en el armario, pero ese no es el mío, es el suyo. Mis sombreros no están allí. ¡Mira! Nuestro perro lleva el suyo.

• Estoy buscando mi sombrero.

• Ella busca su sombrero.

• Nuestro perro lleva un sombrero.

• Nuestra gata no tiene sombrero.
• Es una conocida mía.

• Amigos nuestros nos recomendaron ese hotel

Me gusta mucho esa autora. He leído varios libros suyos
S No es mi sombrero, es el suyo.
No encuentro mi falda. ¿Puedo ponerme la tuya?


TRABAJO PALETA

1- Leer el texto en profundidad y comprender la.

2- Fragmentar el texto y seleccionar los personajes.

3- Inventar una acción dramática.

4-  Pensar en la ambientación del texto.(música, castillos,decoraciones etc..)

5 -¡Practícalo!

GRUPOS

1ºLucía, Belén, Jose, Carmen Pelayo,

2º Victoria, Ana, Carmen Paniagua, Diego ?

3º Victoria, Salvador Marín, Pablo, Ana,Rocío.

4ºAntonio, Alejandro Gómez, Jaime Méndez, Luis, Alejandro Cazorla,María,Macarena. Alejandro Vera.

5ºPilar, Sara R, Sara G, Claudia, Salvador Maldonado,Jaime Sánchez.


TEXTOS PARA LA ÉPICA

1º Romance del prisionero
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.

2º Romance del conde niño
Conde Niño, por amores
es niño y pasó a la mar;
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.
Mientras el caballo bebe
él canta dulce cantar;
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar;
caminante que camina
olvida su caminar,
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está:
-Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.
-No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
si no es el Conde Niño
que por mí quiere finar.
¡Quién le pudiese valer
en su tan triste penar!
-Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!,
y porque nunca los goce
yo le mandaré matar.
-Si le manda matar, madre
juntos nos han de enterrar.
Él murió a la media noche,
ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar,
a él como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar;
della naciera una garza,
dél un fuerte gavilán
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan a la par
Anónimo español – Siglos XV-XVI

3º Despedida de Héctor y de Andrómaca.
“A ella a su vez le dijo el gran Héctor, el de resplandeciente casco: “En verdad, mujer, todo esto me afecta a mí también. Pero siento una terrible vergüenza ante los troyanos y las troyanas que arrastran su peplo si, como un cobarde, trato de mantenerme lejos del combate. Y tampoco me incita a ello mi corazón, puesto que he aprendido a ser valiente siempre y a pelear entre los primeros troyanos, tratando de alcanzar la gran fama de mi padre y la mía propia… Vendrá un día en que perezca la sagrada Ilión y Príamo y el pueblo de Príamo, el de la buena lanza de fresno. Pero no me preocupa tanto el dolor de los troyanos en el futuro, ni el de la propia Hécuba y el del rey Príamo, ni el dolor de mis hermanos…cuanto tu dolor, cuando alguno de los aqueos de túnicas de bronce te lleve prisionera, llorosa y te prive de la libertad. Y estando en Argos, tendrías que tejer a las órdenes de otra y llevar agua de la fuente, una y otra vez… y un duro destino pesará sobre ti. Y un día dirá alguno, al verte llorar: “He ahí a la mujer de Héctor, que era el más fuerte entre los troyanos domadores de caballos, cuando luchaban alrededor de Ilión”.
Así hablará alguno algún día y tu dolor volverá a renovarse por la falta de un hombre tal como para apartar de ti el día de la esclavitud”.
Habiendo hablado así, el ilustre Héctor tendió las manos hacia su hijo, mas éste se echó para atrás, gritando, sobre el pecho de la nodriza de hermosa cintura, despavorido a la vista de su padre y aterrado ante el casco y su penacho de crines de caballo, cuando lo vio agitarse terriblemente desde el extremo del yelmo. Se echó a reír el padre, así como la venerable madre. Y al instante el ilustre Héctor se quitó el casco de la cabeza, depositándolo en el suelo entre mil resplandores, y tras besar a su hijo y mecerlo en sus brazos, dijo suplicando a Zeus y los demás dioses: “Zeus y demás dioses, concededme que también este hijo mío sea, como yo lo soy, excelso entre los troyanos y tan bueno por su fuerza y que reine con poder en Ilión. Y que algún día se diga de él cuando suba del combate: “Helo ahí, es mucho más valiente que su padre”. Y que traiga los ensangrentados despojos del enemigo que mate y que su madre se alegre en su corazón.”
HOMERO, Ilíada, VI, 440 y s.

4º El Cid
El Cid convoca a sus vasallos; éstos se destierran con él.
Adiós del Cid a Vivar.
(Envió a buscar a todos sus parientes y vasallos,
y les dijo cómo el rey le mandaba salir de todas sus tierras
y no le daba de plazo más que nueve días y que quería saber
quiénes de ellos querían ir con él y quiénes quedarse.)

A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago;
también a los que se quedan contentos quiero dejarlos.
Habló entonces Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano:
«Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados;
no os hemos de faltar mientras que salud tengamos,
y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos
y todos nuestros dineros y los vestidos de paño,
siempre querremos serviros como leales vasallos.»
Aprobación dieron todos a lo que ha dicho don Álvaro.
Mucho que agradece el Cid aquello que ellos hablaron.
El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado,
allí deja sus palacios yermos y desheredados.

Los ojos de Mío Cid mucho llanto van llorando;
hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos.
Vio como estaban las puertas abiertas y sin candados,
vacías quedan las perchas ni con pieles ni con mantos,
sin halcones de cazar y sin azores mudados.
Y habló, como siempre habla, tan justo tan mesurado:
«¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto!
Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados»

3
El Cid entra en Burgos

Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Díaz entró.
Sesenta pendones lleva detrás el Campeador.
Todos salían a verle, niño, mujer y varón,
a las ventanas de Burgos mucha gente se asomó.
¡Cuántos ojos que lloraban de grande que era el dolor!
Y de los labios de todos sale la misma razón:
«¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!»

4
Nadie hospeda al Cid.
Sólo una niña le dirige la palabra para mandarle alejarse.
El Cid se ve obligado a acampar fuera de la población, en la glera.

Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título. Hoy, que se me ha presentado ocasión, lo he puesto con letras grandes en la primera cuartilla de papel, y luego he dejado a capricho volar la pluma.

5º Los ojos verdes

Gustavo Adolfo Bécquer

Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No sé si en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tal cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día.
Después de un largo silencio, que sólo interrumpía el chirrido de la hoja al resbalar sobre la pulimentada madera, el joven exclamó, dirigiéndose a su servidor, como si no hubiera escuchado una sola de sus palabras:
-Iñigo, tú que eres viejo, tú que conoces las guaridas del Moncayo, que has vivido en sus faldas persiguiendo a las fieras, y en tus errantes excursiones de cazador subiste más de una vez a su cumbre, dime: ¿has encontrado, por acaso, una mujer que vive entre sus rocas?
-¡Una mujer! -exclamó el montero con asombro y mirándole de hito en hito.
-Sí -dijo el joven-, es una cosa extraña lo que me sucede, muy extraña… Creí poder guardar ese secreto eternamente, pero ya no es posible; rebosa en mi corazón y asoma a mi semblante. Voy, pues, a revelártelo… Tú me ayudarás a desvanecer el misterio que envuelve a esa criatura que, al parecer, sólo para mí existe, pues nadie la conoce, ni la ha visto, ni puede dame razón de ella.

Después de un largo silencio, que sólo interrumpía el chirrido de la hoja al resbalar sobre la pulimentada madera, el joven exclamó, dirigiéndose a su servidor, como si no hubiera escuchado una sola de sus palabras:
-Iñigo, tú que eres viejo, tú que conoces las guaridas del Moncayo, que has vivido en sus faldas persiguiendo a las fieras, y en tus errantes excursiones de cazador subiste más de una vez a su cumbre, dime: ¿has encontrado, por acaso, una mujer que vive entre sus rocas?
-¡Una mujer! -exclamó el montero con asombro y mirándole de hito en hito.
-Sí -dijo el joven-, es una cosa extraña lo que me sucede, muy extraña… Creí poder guardar ese secreto eternamente, pero ya no es posible; rebosa en mi corazón y asoma a mi semblante. Voy, pues, a revelártelo… Tú me ayudarás a desvanecer el misterio que envuelve a esa criatura que, al parecer, sólo para mí existe, pues nadie la conoce, ni la ha visto, ni puede dame razón de ella.

Por último, una tarde… yo me creí juguete de un sueño…; pero no, es verdad; le he hablado ya muchas veces como te hablo a ti ahora…; una tarde encontré sentada en mi puesto, vestida con unas ropas que llegaban hasta las aguas y flotaban sobre su haz, una mujer hermosa sobre toda ponderación. Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto…, sí, porque los ojos de aquella mujer eran los ojos que yo tenía clavados en la mente, unos ojos de un color imposible, unos ojos…
-¡Verdes! -exclamó Iñigo con un acento de profundo terror e incorporándose de un golpe en su asiento.
¿La conoces?
-¡Oh, no! -dijo el montero-. ¡Líbreme Dios de conocerla! Pero mis padres, al prohibirme llegar hasta estos lugares, me dijeron mil veces que el espíritu, trasgo, demonio o mujer que habita en sus aguas tiene los ojos de ese color. Yo os conjuro por lo que más améis en la tierra a no volver a la fuente de los álamos. Un día u otro os alcanzará su venganza y expiaréis, muriendo, el delito de haber encenagado sus ondas.
-¡Por lo que más amo! -murmuró el joven con una triste sonrisa.
-Sí -prosiguió el anciano-; por vuestros padres, por vuestros deudos, por las lágrimas de la que el Cielo destina para vuestra esposa, por las de un servidor, que os ha visto nacer.
-¿Sabes tú lo que más amo en el mundo? ¿Sabes tú por qué daría yo el amor de mi padre, los besos de la que me dio la vida y todo el cariño que pueden atesorar todas las mujeres de la tierra? Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos… ¡Mira cómo podré dejar yo de buscarlos!
¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe de una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre.
III
El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su margen.
Sobre una de estas rocas, sobre la que parecía próxima a desplomarse en el fondo de las aguas, en cuya superficie se retrataba, temblando, el primogénito Almenar, de rodillas a los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia.
Ella era hermosa, hermosa y pálida como una estatua de alabastro. Y uno de sus rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro.
Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar algunas palabras; pero exhalaron un suspiro, un suspiro débil, doliente, como el de la ligera onda que empuja una brisa al morir entre los juncos.
-¡No me respondes! -exclamó Fernando al ver burlada su esperanza-. ¿Querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!… Háblame; yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer…
-O un demonio… ¿Y si lo fuese?
El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; sus pupilas se dilataron al fijarse con más intensidad en las de aquella mujer, y fascinado por su brillo fosfórico, demente casi, exclamó en un arrebato de amor:
-Si lo fueses.:., te amaría…, te amaría como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más de ella.
(…)

GUIÓN TRABAJO DE JUAN RAMÓN JIMENEZ Y ZENOBIA

1ºIntroducción.

2ºDatos Biográficos de Juan Ramón Jimenez..

3ºDatos Biográficos de Zenobia Camprubi.

4ºCaracterísticas personales y formación de Zenobia.

5ºCaracterísticas personales y evolución de Juan Ramón.

6ºPremio Nobel .

7º Novelas literarias entre ellas «Platero y yo».

8ºAmigos generación del 97y 98.

9ºConclusión.